Pese a su relativamente reciente existencia desde una perspectiva histórica, la industrialización ha condicionado profundamente nuestra concepción de producir y consumir en prácticamente todos los ámbitos. Sin embargo, ecológica y ergonómicamente no es indefinidamente viable mediante tecnología analógica: aquí es donde entran en juego la digitalización e Internet.
La necesaria superación de la tecnología analógica por la digital y telemática puede que, justo por la eficiencia que aporta, no tenga que implicar por fuerza un abandono completo y absoluto de la industria en sí como concepto, sino que puede dotarla de las características suficientes como para hacerla un elemento a conservar de la modernidad en la posmodernidad. En términos de infraestructura, hemos de seguir digitalizando los métodos industriales e impulsar así que lo que podría entenderse como ir reindustrializando la industria signifique que pasemos a practicar otros métodos productivos y de consumo más sostenibles.
Una industria más digital, más telemática y, en definitiva, más en red va a ser la que pueda garantizar la idónea continuidad de los métodos industriales en la posmodernidad, aunque asimismo reformulados en la misma línea. Lo que no puede mantener la permanencia de tales métodos es precisamente la infraestructura analógica desarrollada a lo largo de la Edad Moderna y con auge máximo en el siglo XX.
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