Siguiendo con lo que ha supuesto ir informatizando prácticamente todo desde que en el pasado siglo no podía ser ya de otra manera al tener que seguir generando información y conocimiento, merece ponerse el acento en el principio que guía, o debiera guiar, este hecho. Cabe referirse, en este sentido, a que el saber no ocupa lugar.
Hasta que hemos dispuesto del ciberespacio o, en terminología más reciente, la nube, poca concreción podían ofrecer los soportes analógicos a que el saber no ocupa lugar, más allá de precisamente ir ocupando espacio físico. Lo digital y telemático no deja de, en verdad, ocupar también espacio físico en lo que a su vertiente de hardware se refiere, pero la eficiente simulación derivada del big software que Internet representa se acerca más a aquel principio esencial.
De no informatizar como se han informatizado tantos contenidos y procedimientos, seguramente habríamos llegado a la disyuntiva de o bien seguir ampliando y divulgando conocimiento, o bien priorizar la sostenibilidad a partir de una producción más limitada de contenidos. Una disyuntiva entre ser una sociedad más culta pero perjudicando por ello el medio ambiente, o cuidar más el medio ambiente conformándonos con ser más ignorantes.
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