Puede haber, entre información y desinformación, una línea muy fina, hasta casi inexistente, según los usos telemáticos que se practiquen. Las extraordinarias ventajas que Internet posibilita son efectivas, pues, ejerciendo una utilización responsable de la red de redes.
No se logra nada rechazando Internet en pro de un supuesto mundo mejor sin ella porque, en definitiva, cualquier otra tecnología habida y por haber va a ser asimismo potencialmente nefasta si, en efecto, le damos el peor de los usos posibles. Por supuesto, Internet da cabida a usos maliciosos de toda clase, pero ¿sería o, de hecho, ha sido distinto con cualquier otra tecnología? Parece que no.
La facilidad con la que a menudo aún puedan generarse firmes rechazos a Internet podría probablemente ser hasta cierto punto comprensible a tenor de cierta sensación de que el ciberespacio no deja de ser algo muy reciente pero no en un sentido de atractiva novedad, sino en el de algo con connotaciones de imperfección. Cabría, así pues, ir tomando mayor conciencia de que Internet es un recurso que lleva desarrollándose mucho más de lo que aparenta.
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