Lo virtual, en su esencia, es aquello que no está verdaderamente presente en el momento de expresarlo o describirlo, aquello que se evoca; así pues, en comunicación, lo normal sería, de hecho, que casi todo mensaje mínimamente elaborado albergue, por lo menos, buena parte de virtualidad, no sólo guardando relación con experiencias inmersivas. No hay que confundir, además, virtualidad y artificialidad.
En lo que a la artificialidad respecta, entraría en juego especialmente lo que hace referencia a la autoría, más humana o más tecnologizada, de lo que se comunica, no tanto a aquello que propiamente se comunica. La virtualidad, en este sentido, no tiene que ser necesariamente artificial, pero justo los avances en inteligencia artificial y redes neuronales hacen que, no solamente la inmersividad o nueva virtualidad, sino también otras virtualidades tradicionales, como las de las bellas artes o las de las industrias culturales modernas, puedan ser casi o del todo artificiales indistinguiblemente de la autoría eminentemente humana.
Cuando se hace referencia, pues, a realidad virtual, se está mencionando una muy limitada parte de todo lo que significa virtualidad. Y cuando, sin dejar fundamentalmente el ámbito de la comunicación, se hace referencia a inteligencia artificial, no deja de hacerse únicamente referencia a, en todo caso, una determinada clase de inteligencia, o supuesta inteligencia, a la que le pudiera ser atribuible la condición de autoría.
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