En la modernidad, hasta donde puede considerarse que ha llegado, la conciencia colectiva ha derivado en lo que, en términos sociológicos, se define como la distinción entre actores y espectadores. La vertiente más material e instrumental, por su parte, ha terminado cristalizando en los medios de comunicación de masas y las industrias culturales.
Hasta el inicio y la consolidación de esta última fase moderna, que política y económicamente se ha caracterizado por derivar en la férrea división entre capitalismo y comunismo, tomemos el tiempo que va desde que, con el Renacimiento, puede estimarse que la Edad Moderna, hoy una etapa histórica menguante, empezó. Nos da, entonces, unos cuantos siglos hasta que, en efecto, podría considerarse que la percepción de una era completamente distinta de la anterior, la medieval en este caso, es apreciable.
Quizá, pues, la posmodernidad no acabe suponiendo una percepción mayoritariamente nítida sino hasta dentro de unas cuantas generaciones más, teniendo en cuenta las pocas décadas que hasta ahora puede considerarse que lleva propiamente desarrollándose. Desde luego, ir evaluándolo y analizándolo se plantea como un asunto de gran curiosidad e interés.
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