Las experiencias de pantalla y las inmersivas

Si bien la condensación de formatos comunicacionales que los dispositivos digitales permite redunda en eficiencia para la producción de información, demasiadas o muy intensas tareas inmersivas provocaría, potencialmente por lo menos, un exceso de aislamiento de la realidad. Cabe controlar especialmente esto.

La experiencia de pantalla, por mucho que por supuesto no haya que abusar de la misma, no deja de mantener suficientemente firme la atención del usuario a su entorno circundante, y ello aun por más concentración que una tarea requiera diríase que sigue siendo vital para el desempeño eficaz de cualquier asunto que un individuo realice. Ante las experiencias de pantalla y las inmersivas de iguales duraciones o intensidades notables, pues, muy probablemente las primeras sigan garantizando, en todos o prácticamente todos los casos, mejores resultados que las segundas.

Aunque lo analógico tuvo que superarse por lo digital y aunque lo inmersivo supera, a su vez, lo que lo típico digital de experiencia de pantalla ofrece, en lo digital por pantalla se daría un equilibrio bastante bueno entre un extremo y otro en lo que a una plena ergonomía se refiere. Ni es posible quedarse en lo analógico, ni sería seguramente recomendable, en términos generales como mínimo, emplear más o mucho más lo inmersivo que la experiencia digital de pantalla.

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