Si a lo largo de las últimas décadas se ha configurado un mundo que corría el riesgo del choque civilizacional, habría sido de esperar mayor previsión ante conflictos de línea de fractura. Para ello, en pro de una buena interactividad entre culturas y civilizaciones, tendría que haberse incidido menos en el puro interés político y económico.
La humanidad ha ido, a lo largo de los últimos decenios, de una guerra fría a un choque de civilizaciones como a la práctica es, casi si no por completo, el que representa la guerra en Ucrania. Ahora es momento para, a la vez que poner fin a este cruel conflicto, que los lazos culturales y, por extensión, civilizacionales vislumbren su momento de restablecerse y reforzarse mientras los ámbitos político y económico se repiensan.
Que las dimensiones cultural, social y educacional tomen su merecido mayor protagonismo en el panorama global no exime a lo político y económico de sus debidas relevancias. Las dimensiones política y económica tienen que repensarse a fondo para precisamente desempeñar, en adelante, sus funciones mucho mejor.
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