De los diálogos intercivilizacionales a acometer para dar convenientemente el paso de modernidad a posmodernidad, representa el intercultural uno en el que se merece poner atención atendiendo a que es un concepto bastante desarrollado ya. Supone, además, y seguramente por ello mismo, una noción, la de la cultura, que muy fácilmente se asocia a la de civilización.
Lejos de dar continuidad a una pugna cultural propia de etapas pasadas de la historia, la cultura en la configuración del nuevo orden mundial ha de partir, por ese mismo concepto de diálogo intercultural, desde una interactividad notablemente bidireccional por la que la reciprocidad sea apreciable por unas y otras civilizaciones. Condenar las culturas, y por extensión las civilizaciones, a la ausencia de diálogo con las demás y a un supuesto estado permanente de amenaza sólo conduce a erróneas ideas de supuesta perfección.
Con tales ideas de perfección a preservar ante la supuesta amenaza, se tiende a erigir ideologías muy poco dignas como son los autoritarismos. Y en este punto están, tristemente, ciertas culturas actuales, incluso algunas a las que se les presuponía una plena condición propia del primermundismo.
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