El continente europeo está encarando su posmodernidad con el conflicto bélico de Ucrania, que no supone sino prácticamente un choque de civilizaciones y no es, por ende, la mejor de las posiciones para encaminarse a tal nueva etapa. Además, el clima de inestabilidad política en varios de los principales países europeos es notoria.
Sin embargo, y no deja de ser ante tal panorama un cierto mérito, la unidad que a nivel europeo se mantiene gracias a sus instituciones supranacionales junto a la coordinación que el bloque occidental al completo pone en práctica hace que Ucrania logre sus incesantes avances contraofensivos. Mantener esta línea a la vez que se consiguiese una mayor estabilidad política en todo el conjunto de países europeos potenciaría, seguro, la aproximación al final de la guerra con la definitiva victoria ucraniana.
Con esta definitiva victoria, la Europa posmoderna podría terminar de configurarse convenientemente mucho antes y servir, así, como pertinente ejemplo al que muy particularmente Rusia tendría que procurar asemejarse. A partir de ahí, la reconstrucción de lazos civilizacionales entre Occidente y Rusia sería una realidad mucho más próxima.
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