Cuándo es con exactitud que surgió la inteligencia es todavía un misterio que, de resolverlo, es muy seguro que se tardará aún en averiguar pues se trata de descubrir el instante en el que terminó de formarse una capacidad que tardó asimismo mucho en justo alcanzar su más o menos forma definitiva. En vez de un momento, puede que no quede otra que asumir que la raíz del intelecto fue una suma de momentos.
Por la propia actividad en la blogosfera y, en general, por las acciones que con la informática desarrollamos, es fácil que debido a la celeridad a la que ello nos impulsa tengamos por hábito concebir todo según momentos, o sea, lapsos cortos de tiempo. Ya la aceleración tecnológica que se produjo en el transcurso de en particular el siglo anterior favorece esta concepción de que nos resulta posible llevar cualquier cosa a delimitarla al máximo detalle, pero en cuanto a la raíz del intelecto, que es algo de tanta trascendencia, es muy probable que por más que intentemos detallar cuándo surgió, no podamos obtener más respuesta que su origen es tan sólo contemplable en una larga concatenación de mejoras en la inteligencia humana.
Tomando la habitual perspectiva lineal con la que por convención establecemos la historia, resultaría fácil que habiéndose incluso identificado toda la larga concatenación que pueda corresponder a la raíz del intelecto asegurases que es el último instante de esa concatenación el que debe entenderse por tal raíz. Esto puede valer respecto a un procedimiento en el que la última etapa es en verdad muy trascendental respecto a las previas; no obstante, en algo de tanta magnitud que es la formación de la inteligencia, en especial humana pero también la animal si se quiere, con toda probabilidad no sea la concatenación tan simple.
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