Máxime tratándose de un nivel contextual tan amplio como el de una civilización entera, no todos sus integrantes conforman un conjunto cultural homogéneo, así que de por sí es normal que, sea en Rusia, sea en Occidente o en otros casos, haya disidencias respecto a lo que la propia concepción civilizacional suponga en una determinada época. Y la época de la Rusia de Putin se ha caracterizado por una falta absoluta de tolerancia a cualquier disidencia.
Al contrario de lo que debiera representar el primer mundo, en el que tras la Guerra Fría se suponía que quedaba integrada Rusia, ha conllevado el régimen de Putin un caso tras otro de represión desde los mismos inicios de este régimen, lo cual ahora Putin traslada decididamente de su política interna a la política exterior. ¿Qué límite puede tener esto?, ¿Ucrania?, ¿una parte de Ucrania?, ¿otros países? El obsoleto algoritmo bélico diseñado por Moscú para esta abominable guerra contra Ucrania tiene que terminar siendo desactivado por el algoritmo occidental de paz o la imprevisibilidad propia de un régimen tan déspota como el de Putin seguirá aterrando al mundo.
Hay que poner la máxima esperanza en que la disidencia rusa, tanto la que ha escapado de Rusia como la que sigue allí, estreche sus lazos con Occidente para que, desde el respeto mutuo entre los respectivos marcos civilizacionales, construyamos un futuro mejor. Es así como podremos lograr una convivencia pacífica entre civilizaciones hermanas como precisamente son la occidental y la de tradición ortodoxa.
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