Si bien guerras y paz son concebibles a partir de una perspectiva algorítmica, puede considerarse que los conflictos bélicos no responden sino con la más notoria claridad a la condición laberíntica de las mentes humanas. La siempre posible manifestación exacerbada e irracional de ese laberinto mental que nuestra psique humana es puede que explique en buena parte por qué ha montado esta horrorosa invasión de Ucrania el régimen oligárquico ruso.
Por más racionales que consigamos ser, y en Occidente es un rasgo bastante distintivo serlo, no deja de albergar la mente humana una cierta condición que, lejos del sólido orden de un algoritmo, resulta laberíntica y, en este sentido, conecta con lo irracional con lo que cualquier ser humano nace y que se supone que va domándose a lo largo de la vida a través de la educación y la socialización. Esto, llevado al más alto nivel contextual, apunta a las razones por las que las civilizaciones pueden aún a estas alturas del siglo XXI caer en contiendas tan fatídicas como la que por parte de Rusia se está provocando contra Ucrania.
La aplicación de un algoritmo de paz, y a todas luces más actualizado, por parte de Occidente debiera decantar la balanza de la guerra Rusia-Ucrania a favor de que el bando ruso pare el irracional comportamiento que lo ha llevado a desatar este condenable conflicto bélico y regrese a una actitud alejada de su obsoleto pero destructivo algoritmo de guerra. De este modo, la solución diplomática tendría, aunque in extremis, todavía una importante posibilidad de éxito.
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