Aunque sea en la occidental donde han calado en mayor medida razón y democracia como nociones esenciales que acompañan a la vida en sociedad, seguro que en cualquier otra civilización pueden apreciarse tendencias en la misma línea. Por eso merece no hacerse de lo racional y lo democrático un patrimonio exclusivo de Occidente, si bien históricamente pueda considerarse que sus cunas yazcan ahí.
Que razón y democracia sean tendencias que de un modo u otro eclosionen en otras civilizaciones es motivo para albergar firmes esperanzas en que un mundo de convivencia armónica global sea factible. De poco serviría, al fin y al cabo, que razón y democracia fuesen sólo patrimonio de una única civilización, incluso si se tratase de la civilización donde se considera que nacieron; de ser así, no quedarían razón y democracia sino como excepciones en vez de como pautas del mundo civilizacional y de la posmodernidad.
Justo que, además de en Occidente, se aprecie que existen tendencias racionales y demócratas en otras civilizaciones confirmaría que cada civilización puede estar dirigiéndose, a su manera y a su ritmo, al equivalente de lo que por posmodernidad es calificable. La actual disidencia rusa y la Ucrania que resiste al Kremlin invasor son pruebas de ello.
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