Se dan tan por sentados los conceptos de primer y tercer mundo que, a menudo, apenas parece siquiera mínimamente necesario plantearse cómo es que no nos referimos asimismo a algo que pueda definirse como segundo mundo. Dándose el actual ahondamiento de fractura civilizacional entre Occidente y el gran territorio de tradición ortodoxa que es Rusia, bien puede que esa idea de segundo mundo deba pasar a tenerse, de hecho tenerse de nuevo, en cuenta.
Y es que, en efecto, existió un segundo mundo. No es que sólo referirse a primer y tercer mundo elida la segunda posición como una manera de resaltar la extrema diferencia que los países de un grupo y otro mantienen entre sí; ni se trata la denominación de segundo mundo de aplicación a las potencias emergentes, que no están exactamente ni en uno ni en otro; aunque bien podría ser, este sentido, digno de considerarse, máxime con lo que segundo mundo significaba y la deriva que Rusia está tomando volviéndose a separar del primer mundo. Si bien igualmente desde una perspectiva eminentemente occidental, parece que en el marco de la Guerra Fría se pasó a distinguir entre: primer mundo, formado por los países capitalistas o el mundo libre, con el liderazgo de Estados Unidos; segundo mundo, el del bloque comunista o la URSS y países de su órbita; y un tercer mundo que englobaba todo lo demás, en esencia el continente africano.
Remito, por supuesto, a consultar fuentes historiográficas expertas para corroborar o no esta exposición, pero por lo que personalmente he podido aprender en su momento, así era, por lo menos aproximadamente. La cuestión es que, claro, al desmoronarse la URSS, ¿dónde se supone que el segundo mundo está?, pues desaparecido, permaneciendo supuestamente sólo por una parte el primer mundo, pasando a incluir además lo que fue el segundo, y por otra parte el tercer mundo.
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