Una potencia mundial digna

La disidencia rusa no tiene por qué ser gente que reniega de su civilización: sencillamente, la entiende de otra manera respecto a la que la oligarquía de Rusia la concibe. De ahí que no tenga que darse como evidente e indudable que la disidencia rusa se siente occidental, aunque pueda sobre todo ahora mismo sentirse más a gusto en Occidente.

Cabe entender que la ciudadanía rusa que disiente de la actual deriva neoimperialista de Rusia representa un auténtico mérito social en el marco de unas directrices políticas intolerantes contra su propia población y ahora también contra Ucrania en particular y el resto del mundo en general. Desde Occidente no cabe sino estrechar lazos con tal ciudadanía y así promover que no a mucho tardar Rusia sea una potencia mundial digna como debiera ser; quizá de este modo Occidente y Rusia podrán volver a conformar lo que pueda entenderse por primer mundo.

Será una verdadera lástima que un referente como podría ser Rusia para el resto del planeta no lo sea por la permanencia de la actual y trasnochada oligarquía rusa. Una disidencia que durante décadas lleva padeciendo a tal régimen merece tomar las riendas de su país concreto y su civilización en general para vivir, y convivir, en paz de manera estable.

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