Un análisis histórico nuevo

El primer mundo, pues, ha sido una especie de constructo que ha servido para dar la impresión de que definitivamente Occidente y su sistema capitalista eran lo que podía y debía guiar la paz y el desarrollo en todo el planeta. Sin perjuicio de que Occidente seguía siendo civilizacionalmente susceptible de desatar conflictos de línea de fractura como ha terminado desarrollando hoy en Ucrania por culpa de Rusia, tenía que ser ese norte rico del planeta el menos probable de los sitios conflictivos en tal sentido.

Más esperable habría sido, en principio, que, en vez de producirse la guerra en Ucrania, se hubiese recrudecido, tal y como no en pocas ocasiones parecía que ocurriría, la conflictividad protagonizada justo desde esa excepción que dentro de la supuestamente avanzada zona norplanetaria representa Corea del Norte: una auténtica y notoria, por minúscula que se presente, reminiscencia de la plena Guerra Fría. En tal circunstancia, aquel supuesto primer mundo que en teoría no había duda de que incluía a Rusia hubiese en el peor de los casos intervenido convenientemente para neutralizar con seguramente relativa facilidad tal eventual ofensiva norcoreana.

Ha querido, sin embargo, la historia que donde menos cabía que amenazase un grave choque de civilizaciones fuese donde se está produciendo: en pleno territorio europeo, y de pleno en el corazón de Occidente por lo tanto. Si sólo o casi sólo fijarse en las etapas más recientes de la historia dificulta explicar por qué aquí ha ocurrido esto, considerar un análisis histórico nuevo, de mayor alcance y profundidad, sería entonces muy recomendable.

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