Las limitaciones impuestas por el Kremlin al acceso a servicios de Internet, en concreto a redes sociales, son buena muestra de la inadaptación arrastrada por Rusia en cuanto a sociedad red y era de la información. Ya coincidiendo con la eclosión de Internet, eso costó la, por otra parte beneficiosa para el mundo, desaparición de la URSS, y ahora le puede volver a costar caro a Rusia tal inadaptación.
Con ese empeño que la oligarquía rusa en su demencia tiene por llevar a su propio país al conflicto con Ucrania en particular y con el mundo entero en general, no puede sino sentirse verdadera lástima por el buen potencial de una nación como la rusa, que se está desperdiciando cuando, de otra forma, podría ser un referente para su propio entorno civilizacional y para el conjunto del planeta. Lo ha estado desperdiciando durante décadas como cuando desapareció la URSS, y su dinámica bélica actual va a hacer que, en el mejor de los casos, sea muy a largo plazo lo que revertir tal desperdicio requiera.
A la espera de que Rusia, desde su sociedad hasta una nueva clase dirigente rusa, muestre por lo menos un atisbo de cambio de conducta en sus relaciones internas y exteriores, seguirá siendo necesario cualquier nuevo parámetro que contribuya al algoritmo de paz bajo el que la acción de Occidente puede concebirse para lograr la victoria de Ucrania. Que a partir de ese cambio, Rusia pueda realmente ser una nación primermundista será probablemente viable.
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