Establecer lo que cabe mantener y lo que cabe modificar o hasta suprimir en una tradición es desde luego complejo incluso con la mayor de las predisposiciones desde la propia cultura para transformarse. A modo de, por lo menos en cierta medida, una buena guía respecto a lo tradicional, su conservación o su ruptura, puede tomarse el practicar autocrítica e interactividad, tanto a nivel colectivo como individual.
Hay culturas, e individuos, menos o más proclives, entendiéndose en cualquiera de los casos que es con la idea de para mejor, a cambiar que otras culturas u otros individuos, lo cual por lo común demuestra respectivamente el menor o mayor nivel de autocrítica que la cultura o el individuo que sea tengan; y lo natural y más positivo precisamente en un sentido cultural inclusivo es que en la medida que la mejora se consigue tendamos a querer diseminar su uso entre otras culturas y otros sujetos, lo cual puede conllevar en el mejor de los casos intercambios, o sea interactividad, sea de tipo lucrativo sea de tipo desinteresado. Si en términos de autocrítica una cultura o un individuo se considera sin necesidad de cambiar por convicción de encontrarse en situación idónea, sin perjuicio de que dado tal caso se disfrute debidamente de tal situación, hay un peligro de entrar en una despreocupación extrema que incluso derive en sensación de perfección, lo cual puede llevar a bajar la guardia ante eventuales conveniencias de mejoras o por lo menos previsiones de mejoras, así como puede asimismo derivar en un exceso de confianza desvirtuado hasta los límites del egocentrismo y del aislacionismo. No obstante, y en especial en cuanto a culturas primitivas de antes y de hoy, no dejemos de lado que las condiciones ambientales quizá no lo han puesto fácil para que encuentren, ni por autocrítica ni sobre todo mediante la pertinente interactividad con otras culturas, una vía de entenderse a sí mismas diferente a la por todo ello casi inevitable autosuficiencia más rudimentaria y el aislacionismo más primario. Para quienes conocen, en cambio, y de hecho no pertenecen a otra realidad que la de la cultura y la sociedad hipertecnológicas, son esas culturas primitivas tan extrañas y de difícil interacción como para ellas lo cultural más moderno.
Dada tu pertenencia, desde el momento en que puedes e incluso te conviene navegar por y elaborar blogs, a la considerada cultura más avanzada, ejercer autocrítica e interactividad por lo menos dentro de las diferentes vertientes de tal cultura avanzada es lo que debe guiarte en el aporte que en tu medida puedas hacer a la omnimultimodalidad cultural inclusiva. Con el tiempo, que incluso puede hasta requerir el paso de varias generaciones, ello quizá derive en una auténtica mejora cultural a escala planetaria.
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