En absoluto es nuevo ni, de hecho, sólo propio de los mensajes digitales abreviar la forma de lo que se escribe, lo cual, de todos modos, cabe reconocer que sí se ha exacerbado sobremanera a partir de la popularización de tales mensajes, en particular con la telefonía móvil. Desde el nivel culto al coloquial, hay por descontado abreviaturas que, sin embargo, y en especial en los niveles estándar y culto, son reconocidas por la norma y, por ende, no son antiléxicas o antiortográficas.
La exacerbación que el, por denominarlo de algún modo, abreviaturismo ha causado a la hora de escribir en teclados de dispositivos digitales implica que abreviar, y en su caso modificar ortográficamente, la escritura de algunas palabras no se circunscribe a que se trate de determinadas palabras, sino que se generaliza a prácticamente cualquier palabra, casi sólo a excepción de palabras de una única letra. Curiosamente, más en consonancia con las abreviaturas estándares y cultas que con las coloquiales, resulta que las propias de la escritura abreviaturista están orientadas a leerse no tal cual, sino según su forma oral completa y correcta. El lenguaje coloquial, cuando abrevia palabras, lo hace para que, en cambio y pese a su eventual antiortografía, tales palabras se lean tal cual, según la correcta reproducción oral que al idioma le corresponda.
Por su parte, es la novedosa mecanografía digital, pero en el puro sentido digital de sólo uso de un par de dedos para escribir, lo que por medio de los dispositivos digitales, particularmente teléfonos móviles, ha impulsado el abreviaturismo. Que justamente los diccionarios se hayan adaptado tan bien al asimismo digital entorno telemático, hace que puedas disipar cualquier duda o temor respecto a que el abreviaturismo pueda derivar en riesgo alguno para la integridad de los idiomas modernos.
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