Lo recóndito

Al guardar información, y en definitiva cualquier cosa, en analógico suele requerirse para una custodia directa la proximidad física de aquello que se guarde. Al permitir lo digital telemático el almacenaje de información en servidores, en particular servidores de plataformas genéricas, pasa la información a guardarse asimismo directamente, si bien ahora en ubicaciones recónditas y ya no en la necesaria e inevitable proximidad física.

En pro de la imperiosa salvaguarda de los servidores que tanto nos garantizan el constante acceso al ciberespacio, tales servidores tienen que físicamente instalarse en lugares no accesibles de modo sencillo para cualquiera. Allá donde en lo recóndito se ubican los servidores forma parte del debido secreto profesional que desde la propiedad de los mismos, por lo común empresas, se tiene. Sea en altas montañas, sea en las profundidades marinas, que por lo que acostumbra a trascender son donde no es nada extraño que los servidores estén, nuestras tan directamente más accesibles informaciones resultan, casi o del todo paradójicamente en comparación a lo analógico, almacenadas en los recónditos sitios donde los pertinentes servidores informáticos tienen que estar instalados.

Tanto que a menudo parece que el actual cambio histórico que comunicacionalmente estamos viviendo afecta con especial énfasis al código, a los lenguajes, y puede que hasta suponga un cambio incluso mayor el que al medio o canal afecta en ese sentido de disponer, con lo digital, de permanente acceso directo, próximo e instantáneo a aquello que, en verdad, está guardado no sólo en lo lejano, sino en lo recóndito a enormes distancias. Es prácticamente una ironía que cuando gracias a Internet es más próximo y seguro el acceso que tienes a tu información, más lejana tiene que estar guardada tal información físicamente.

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