Parece que las vanguardias no condujeron sus propuestas literarias, y por tanto dentro de lo alfanumérico, hacia la escritura formalmente abreviante y antiortográfica que luego sí ha sido popular con los mensajes digitales. Más bien, rompieron con lo formal alfanumérico, incidiendo en cambiar el significante y no o no tanto el significado, ya fuese alterando visualmente el estilo de las tipografías, lo que hoy conocemos como fuentes, ya fuese formando figuras con originales contornos de párrafos.
En vez de alterar la ortografía del idioma del que se tratase, podemos considerar que la transgresión que en lo alfanumérico las vanguardias crearon se dirigió, en todo momento sin asimismo salirse de la gramática establecida mucho más allá de las oportunas licencias literarias y figuras retóricas, a jugar con sus textos literarios de tal modo que los caracteres tipográficos no tuviesen que guardar las dimensiones estandarizadas de cada tipo de letra, sino al contrario, que los caracteres de un mismo texto escrito, aun si responden a una única tipografía, fuesen cambiando sus proporciones y siluetas a lo largo del texto en cuestión. A esto, que bien debiéramos considerar con propiedad la tipografía vanguardista, lo complementaban textos escritos que guardaban la corrección formal de los caracteres del tipo de letra pero el contorno del párrafo, saliéndose de la normativa forma rectangular, hacía reconocer según qué otras formas, figurativas o no.
Formar figuras a partir de ciertas disposiciones originales de caracteres alfanuméricos es algo que justo enlaza con lo que con caracteres de mensajes digitales se puede hacer y, de hecho, se hace como divertimento. También puedes, por supuesto, con lo digital jugar a variar dimensiones y contornos de los propios caracteres de un mismo texto: no tienes más que aplicar los pertinentes cambios de tamaño y forma de la fuente al escribir, y esto respondería asimismo a aquello en lo que la tipografía vanguardista fue pionera.
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