Casi, si no del todo, blogs y SMS aparecieron de manera simultánea a nivel de uso abierto y accesible al gran público. En aquellos momentos, tal innovadora comunicación ubicua que la telefonía móvil, aunque no siendo aún inteligente, facilitaba con los SMS fue lo que rápidamente popularizó la intensa difusión interpersonal de la escritura a modo de toma de notas, lo que hoy y aquí se propone denominar abreviadismo.
Los SMS irrumpían para satisfacer unas claras necesidades en aumento en cuanto a la inmediatez comunicativa de cualquier persona, amenazando no obstante, por esas mismas irrupción e inmediatez, la costumbre generalizada de procurar en todo momento un, cuando menos, cierto respeto a la corrección ortográfica siempre que escribíamos en cualquier medio o canal de amplio alcance, aunque fuese estrictamente un medio interpersonal como también el correo electrónico o su equivalente analógico, el correo postal. De repente, el estilo que aquí catalogamos de abreviadista y que habitualmente era de poco alcance más allá de, por lo común, pequeñas notas en papel destinadas a recordatorios puntuales o de hacer apuntes de estudiante se empezaba a utilizar como método de escritura de constancia diaria por todo el mundo: una gran amenaza, por tanto, en cuanto a la concienciación de que cuando escribimos, salvo tal par de casos y poco más, tenemos que escribir bien.
Pero la escritura abreviadista ha devenido imparable: si ya lo era con los SMS, hoy que nos mensajeamos a través de aplicaciones gratuitas, todavía lo es más. Ahora bien, asumiendo que el abreviadismo, y su combinación con emoticonos, gana con toda probabilidad en el aspecto cuantitativo de las costumbres redaccionales, no tiene opción alguna de hacerlo en el aspecto cualitativo, por lo que afortunadamente, máxime al estar las normas idiomáticas ya telematicadas también, poco posible es que la degradación de los idiomas modernos se produzca.
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