Idiomas lo suficientemente flexibles

Con todos los, por otra parte normales, cambios que desde luego los idiomas modernos van a seguir experimentando, debieran y parece que así será tales idiomas representar una clase de elemento comunicacional, el del código, que va a poder mantener su continuidad en sus normativizadas formas idiomáticas actuales. Si además, en más o menos la línea aquí expuesta, las normas idiomáticas procuran a lo menos abordar el asunto abreviadista, devendrán éstas más reforzadas.

En base a la asimismo aquí expuesta idea de que la perfección, además de probablemente inalcanzable de por sí, es indeseable por la implicación que de ella se deriva en cuanto a ausencia de razón para dar continuidad al blog u otro proyecto del que tratemos, tienen que ser los idiomas lo suficientemente flexibles como para, dentro de su esencial objetivo de salvaguarda del lenguaje, amoldarse a la observación y el estudio, que no necesariamente aprobación y aceptación, de los nuevos fenómenos comunicativos y comunicacionales que en el marco del idioma correspondiente se produzcan. Máxime resultando el aquí denominado abreviadismo un caso que tanto destaca en el alcance de su dimensión cuantitativa, relegar su consideración deviene una tremenda falta.

Al abreviadismo puedes catalogarlo perfectamente de fenómeno lingüístico. La norma lo puede estudiar en mayor, menor o ninguna medida, pero el fenómeno es calificable como tal cuando además no ha consistido en una moda pasajera, sino que se trata ya de una costumbre asimilada durante décadas con todo el amplio alcance cuantitativo que a nivel mundial y, de hecho y justo por esto, transidiomático ha tenido.

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