Los apuntes de estudiante

La ciencia ya ha tenido desde prácticamente siempre la, a su modo, escritura abreviadista, que vendría a ser la escritura de los símbolos científicos en general y la de los símbolos de unidades de medida muy en particular. Coincide, de hecho, esto con el abreviadismo coloquial y propio de la mensajería digital en que lo abreviado no deja de suponerse que, de normal por lo menos, tiene que ser leído en su forma de vocablo completo.

Justo por su respectiva pertenencia a tan contrapuestos niveles del lenguaje, encontramos una evidente diferenciación entre abreviadismo coloquial, o lo que a nuestro juicio sería propiamente el abreviadismo, y el abreviadismo culto o científico: el primero no se orienta ni tiene intención de ser orientado a normativizarse, el segundo se orienta decididamente a ello. A medio camino entre uno y otro fenómeno, nos resulta tal vez posible señalar lo que a toda luz sería un claro precedente del tan popularizado, y genuinamente digital, abreviadismo: los apuntes de estudiante. En especial, estudiantes del nivel universitario están típicamente familiarizados con el hábito de tomar apuntes creando cada cual su propio estilo a modo abreviadista.

Captar por escrito la mayor parte posible, y fundamental, del discurso oral que el docente dé en clase es lo que cualquier estudiante pretende en el aula con la necesaria toma de apuntes, y para ello redactar tales apuntes de manera abreviadista deviene inevitable, pues claro está que no da tiempo a la transcripción completa e instantánea de un discurso oral común. Luego, cada cual ya decide si opta o no por hacer también aquello de pasar los apuntes a limpio.

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