Lo que a palabras derivadas se refiere, a diferencia del vínculo entre lenguaje coloquial y abreviadismo, es más propio del lenguaje culto, en particular el referente a la investigación científica. En su normal y conveniente afán por hacer avanzar el conocimiento, la ciencia no sólo tiene de por sí la legítima opción, sino que tiene la imperiosa necesidad de recurrir a crear nueva terminología.
Desde la competente, y también científica a su vez, autoridad lingüística cabe, no obstante, que se proceda siempre a validar cada nuevo término lingüístico que desde cualquier área de la ciencia tengamos la necesidad de implementar en pro del avance del conocimiento tal y como justo toda ciencia debe albergar como misión esencial. Mientras respetemos el principio de que el significante no tiene que cambiar tanto como el significado, será más fácilmente asumible por parte de toda autoridad lingüística aquel nuevo término que planteemos, de modo que, por más que de una propuesta emane en su caso una idea revolucionaria, ésta se normativizará mejor si la asociamos a un vocablo existente o derivado.
Si el vocablo es, además, existente o derivado dentro del mismo idioma, la correspondiente autoridad lingüística debiera aceptarlo con más facilidad, pero bien puede haber casos en que recurrir a vocablos existentes o derivados pero de otros idiomas resulte una apropiada opción. Cuando en especial se trate de otros idiomas asimismo normativizados y de la misma familia lingüística, tal opción puede adquirir mayor sentido todavía.
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