El analfabetismo digital

La brecha digital tiene su expresión más extrema en lo calificable de analfabetismo digital: un analfabetismo que no es tanto una incapacidad propiamente de leer y escribir, sino de manejarse mínimamente con dispositivo digital alguno aun tratándose de uno de los más sencillos. Afortunadamente, la adaptación que por lo común hay en lo educativo respecto a lo informático garantiza una alfabetización digital mínima, pero sólo se trata de un primer, aunque valioso, paso.

Resulta curioso, en efecto, aunque haciendo por descontado un cierto ejercicio de exageración, cómo esta expresión de analfabetismo digital que tan peyorativa es, tal y como de hecho debe serlo, sería aplicable a toda persona, desde la propiamente analfabeta hasta la intelectual, que haya pertenecido a cualquier época previa a la eclosión de la informática; con tal perspectiva tan llevada al límite, el ser humano sería, pues, definible como analfabeto digital a lo largo de prácticamente toda la historia de la humanidad. Pero, en fin, por respeto y sentido práctico, dejemos de considerar con propiedad analfabetos digitales a quienes por puras razones históricas no pudieron usar la tecnología digital a causa de la simple inexistencia de la misma.

A la erradicación del analfabetismo convencional, respecto a lo que por sorprendente que pueda parecer hay todavía mucho por hacer a nivel mundial, cabe añadir la imperiosa lucha contra el analfabetismo digital entre las directrices políticas, educativas y económicas en cualquier lugar. Un mundo con una mayoría de la población en la que la alfabetización digital sea plena supone unas mayores probabilidades de un devenir próspero asegurado.

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