Nadie alberga la menor duda de que, máxime a estas alturas, Internet es revolucionaria, ¿pero por qué? La respuesta cabe buscarse en que, tal y como parece que hay un cierto consenso, la transformación que desde cualquier ámbito pueda producirse será respectivamente revolucionaria o no dependiendo de si abarca todos o casi todos los ámbitos sociales, o bien, sólo algunos o muy pocos.
Pese a que, por diferentes formas que la brecha digital adquiere, a la práctica queda mucho para que Internet esté plenamente democratizada en todas las sociedades del mundo, consideremos a efectos convencionales que Internet, en efecto, ha pasado a condicionar convenientemente todos los ámbitos sociales en un ejemplo de que lo revolucionario, si nos atendemos al consenso referido, no tiene por qué conllevar necesariamente acción por la fuerza, ni sustitución de unas clases sociales por otras, incluso habiendo sido Internet concebida, en su etapa como Arpanet, desde precisamente el ámbito militar. Ha quedado, de hecho, patente que tras eclosionar como propiamente Internet, la red de redes pasó justo a emplearse a fondo por parte del sector privado y por movimientos sociales.
Hasta entre sectores de las consideradas sociedades avanzadas y en las que antes ha empezado a desarrollarse Internet encontrarás que la brecha digital es todavía una realidad firme que lamentablemente frena el acceso de toda la población a las amplísimas ventajas de la nube en esta forma que el ciberespacio implica. Si a nivel global se acuerda, desde lo público y lo privado, lo conveniente para emprender al respecto fórmulas económicas, educativas y políticas, tal brecha desaparecerá más pronto que tarde.
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