Entre civilizaciones parecidas tendría que haber menos conflictividad pero éstas acostumbran a ser justo las que a su vez colindan territorialmente y, por ende, se generan en ellas líneas de fractura. Que civilizaciones que colindan puedan convivir habiéndose sanado cualquier fractura entre las mismas es lo que cabe perseguir en pro de la concordia.
Precisamente Internet nos enseña que las distancias y las fronteras se minimizan en los tiempos actuales; hay motivos, pues, para desechar todo conflicto de línea de fractura y hacer del mundo civilizacional que hoy se configura un lugar en el que las civilizaciones interactúen más igualitariamente que antes en cualquier época de la historia. Tanto es así que hasta debiéramos, gracias a esta tecnología, cada vez conocernos más y mejor culturalmente hasta entre sociedades alejadas, ya sea territorialmente, ya sea en sí culturalmente.
Con la interactividad de alcance global que la red de redes nos proporciona, las civilizaciones pueden, por lo tanto, colindar cada vez más unas con otras por lo menos en el plano cibernáutico. Si ello, traducido en un buen respeto mutuo y recíproco, se traslada al plano territorial, bien puede que los conflictos de línea de fractura tiendan más pronto que tarde a desaparecer.
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