Sociedad y cultura, y por supuesto y por ello mismo ideología, configuran muy especialmente cualquier civilización. Van unidos a ello lo económico y lo político, pero son éstos unos condicionantes que, a diferencia de lo característico en la Guerra Fría, donde eran los determinantes, más bien siguen o se anexan, en la actualidad, a los anteriormente mencionados.
Pese a que el alcance de lo civilizacional llega a cada ámbito de la vida humana de una determinada civilización, sería en lo social y cultural donde en mayor grado tomaría forma básica; de ahí surgirían, entonces, las tendencias, y sus sistemas y estructuras en concreto, tanto en el ámbito económico como político. Así es como justo se puede convenir lo que hemos apuntado en alguna ocasión aquí sobre el hecho de que tuviese que ser en el racional Occidente donde naciera una infraestructura como Internet, tan fundamentada en lo algorítmico.
La irrupción, y disrupción, que la Internet que conocemos conllevó en su momento pueden fácilmente dar la impresión de que es más lo infraestructural aquello que condiciona luego a las ideas y no tanto a la inversa. Sin dejar de ser cierto que una infraestructura tal condiciona y replantea nuestros valores, son éstos los que, si analizamos épocas previas de la propia Internet, llevaron a concebir la necesidad de la red de redes, que hoy es definitoria de la civilización occidental.
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