Cuando quede superada por completo la globalización, debería la humanidad haber alcanzado un suficiente grado de concordia y convivencia como para que la conflictividad se situase en unos niveles mínimos a escala mundial. Más allá de la sana dialéctica y el buen debate inter e intracivilizacionales, no debieran los conflictos en la era globalizada o de la globalidad ser graves ni dolorosos.
En ese caso de llegar a consolidar civilizaciones en y entre las cuales dialogar y debatir fuesen de entre lo máximo que se pareciera a una contienda, quizá podríamos determinar que estaríamos entonces, a toda luz, en una sociedad del conocimiento. A ello puede contribuir perfectamente Internet como infraestructura a la que tanto tenemos acceso y de la que tanto hacemos un uso habitual.
Internet se concibió en un entorno militar y en el contexto de Guerra Fría que hoy parecen de algún modo revivir con tremendas consecuencias mundiales. Hagamos, no obstante, de Internet un vehículo para lo que asimismo tanto potencial y aplicación práctica tiene esta infraestructura desde sus propios inicios: el acceso al conocimiento y la compartición de éste; la empatía, y no la guerra, podrá así proliferar mejor en y entre las civilizaciones.
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