Unas organizaciones internacionales constituidas por países y a las que se las supone una relevante función a desempeñar tendrían que representar nodos clave para que la globalización desde la vertiente política se desarrolle. A base de la idea de Estado red, tales organizaciones pueden y deben derivar en un fortalecimiento de la eficiencia de la diplomacia.
Si a una globalización económica, social y cultural no la acompaña la globalización política y, a partir de ésta, una diplomacia eficaz que consista en un fructífero diálogo y en evitar mejor las confrontaciones, es muy probable que gobiernos que, como el actual de Rusia, pretendan seguir erigiéndose en razonantes únicos continúen, si no proliferando, por lo menos manteniéndose cuanto puedan aferrados a sus autoritaristas estructuras de poder. Los tiempos apuntan a una globalización a la que siga una globalidad asimismo en lo que a política concierne.
Van a tener que combinarse, pues, las vertientes económica, social, cultural y política para que de la globalización surja una globalidad que para el conjunto del mundo sea un marco de concordia y paz. Reducirlo todo, como parece haberse hecho en esencia hasta ahora, a lo económico contribuirá poco a que las civilizaciones acerquen posturas y se respeten mutuamente.
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