Año pandémico

Un suceso que termina condicionando prácticamente todo un año, o incluso más, y a una escala tan mundial merece desde luego que se le tome en consideración por aquello que está claro que por lo menos, y por eso mismo, a nivel precisamente mundial va a conllevar. Es lo que ocurre con la pandemia del coronavirus.

Si bien ojalá no hubiese tenido que vivir nadie la trágica realidad que a la COVID caracteriza, no parece difícil encontrar una especie de encaje entre esta indeseable realidad y el hecho de que, por encontrarnos en un contexto mundial muy cambiante, es la gran etapa histórica que va quedando atrás una etapa enferma, muy enferma, incluso moribunda. Partiendo de lo indeseable que es que este cambio histórico hacia la globalidad haya tenido que ir acompañado, aunque en su caso haya sido por casualidad, de esta clase de drama vírico, no puedo dejar de, en un intento de circunscribir esto en la dinámica histórica, reconocer que es tan habitual como poco agradable que los grandes cambios históricos acontezcan asociados a algún tipo de desgracia.

Hasta la irrupción del tan letal coronavirus actual, seguramente nadie asociaba ya la peligrosidad vírica con los virus del mundo real antes que con la de los virus informáticos. En este año pandémico habrás podido darte cuenta de que, contra casi todo pronóstico, la peligrosidad de los virus informáticos ha quedado, en el imaginario común, en un segundo plano hasta que las vacunas que están aplicándose, y otras que van a ir implementándose también, permitan devolver el ámbito sanitario a un estado de baja o nula tensión en todo el planeta.

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