Es tanto lo que la automatización robótica puede llegar a seguir abarcando que, de hecho, la indistinguibilidad respecto a aquello que ha tenido por lo menos cierta intervención humana deviene ya, y devendrá más aún, enorme. Hasta dónde va a suponer esto una todavía mayor sustitución plena de humanos por máquinas está por ver, pero desde luego los humanos parece que vamos a poder seguir siendo liberados de muchas tareas, también creativas, a realizar.
De todas las tareas que los humanos realizamos, siguen habiendo, y las habrá, por descontado más sustituibles que otras; y entre las que menos lo son están las creativas y discernidoras, en especial en los respectivos sentidos artístico y filosófico. En todo lo demás que es más fácilmente sustituible por robotización, va a tener que jugar una decisiva función la creíble identidad virtual humana de quien sea que compita en eso que es fácilmente sustituible, de modo que pueda seguir garantizando su humana originalidad. En aquello que de lo artístico y filosófico pueda quedar asimismo fuera de, por lo menos potencialmente, automatización, resultará la genuinamente humana perspectiva laberíntica un recurso básico para afrontar la competencia robótica.
Queda claro que el proceder robótico no se sale de por sí del razonar algorítmico y cierto es que justo con ello alcanzan las máquinas sus altas cotas de indistinguibilidad y hasta mejora respecto a lo humano, pero su límite acaba ahí. Hay concepciones que por su abstracción no puede un algoritmo llegar a desarrollar, por más complejo que éste sea, porque se salen de sus eminentemente parámetros lógicos. Otra cuestión sería que pese a todo, aquello que puramente por azar parezca que un robot ha producido por abstracción quieras interpretarlo como equiparable a algo de creación humana.
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