El aislamiento en términos culturales, sociales y civilizaciones, ya sea por propia iniciativa de la cultura, sociedad o civilización en cuestión, ya sea por acción de las demás, puede probablemente en por lo menos la mayoría de casos asociarse a la condición muy o por completo absolutista del poder que precisamente rija en la cultura, sociedad o civilización aislada. El actual caso de Rusia, se ajustaría plenamente a este principio.
Las democracias, aun con todos sus defectos, no sólo son los mejores modelos de representatividad en la toma de decisiones colectivas, son además sistemas políticos que tienden a la interacción bidireccional las unas con las otras para beneficiarse mutuamente en los diferentes aspectos de las vidas de sus respectivas poblaciones. En este sentido, y hasta si se trata de democracias dirigidas desde posturas conservadoras, conforman marcos políticos de convivencia que muy acertadamente no se autoconciben desde la perfección, sino que requieren una constante actualización e interacción democráticas dentro y fuera de sus fronteras.
Desde una perspectiva de sociedad red y era de la información, sí cabe reconocer que las democracias occidentales responden mejor a los importantes cambios a los que la historia parece querer conducir. Así tenía que ser cuando sociedad red y era de la información son, tal y como se les interpreta, conceptos desarrollados y arraigados en Occidente, pero que en otras civilizaciones puede que aún les cueste ser asimilados, máxime ante modelos absolutistas.
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