Lo inquietante que, por si no lo fuese suficiente por sí sola, la guerra de Rusia a Ucrania plantea más allá de incluso cómo y cuándo concluya la misma radica muy particularmente en lo que pueda pasar en otras dos poderosas naciones. Por una parte, nada sorprendente habiendo ocurrido lo de Rusia, está lo que China pueda llevar a cabo con Taiwán; por otra, y ya sería lo más rocambolesco que cabría imaginar, lo que Estados Unidos pudiera hacer estando bajo la presidencia de Trump otra vez.
Pese a la ausencia de cualquier implicación o posicionamiento de China en el horror desatado por Rusia en Ucrania, pocas dudas puede haber de que el gigante comunista debe estar tomando nota de cómo se están desarrollando los acontecimientos para evaluar su más que probable mismo proceder respecto a Taiwán. Rusia no tenía claro cómo iba a ser la reacción occidental, pero si China cometiese asimismo la insensatez de emprender en Taiwán una invasión, sabría encima a qué atenderse, por lo que quizá esté ya preparándose al respecto para mitigar con suficiente antelación el efecto de cualquier sanción como las actuales que en su caso se le aplicase.
Confiemos en que la postura de Trump en cuanto a hacer suya la actitud de Putin y aplicarla a México no corresponda sino a una irrealidad manifestada de manera tan condenable como desafortunada por la excentricidad propia de alguien que tiene más de showman que de político, pero cabe que la ciudadanía estadounidense lo tenga muy en consideración si, llegado el momento, Trump es de nuevo candidato a la presidencia. Una más en el corto y medio plazo, otra más en el largo, Taiwán y México puede que tristemente sean próximos puntos de grave fractura al estilo del que Ucrania lo está siendo ahora.
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