Hasta haciendo referencia a posmodernidades podría quizá presuponerse, desde marcos civilizacionales distintos al occidental, cierto eurocentrismo pese a la bastante clara intención de que posmodernidades se refiera a fenómenos equivalentes y no asimilaciones ni imposiciones de Occidente. La cuestión está entonces en hallar el propio término de cada civilización en cuanto a sus respectivas nuevas etapas históricas que debieran abrir.
¿Por qué tendrían, sin embargo, que estar todas las civilizaciones ante un cambio histórico como hay pocas dudas de que Occidente lo está? ¿No podría haber por lo menos alguna que otra que estuviese bien como está y no aspire a una nueva era? Aun con las máximas diferencias, y de ahí en muchos casos fracturas, que entre civilizaciones pueda haber, todas necesitan, o cuando menos a todas les conviene, terminar entendiéndose unas con otras porque el aislamiento, que no obstante a Rusia parece no importarle con su actual actitud contra el resto del mundo, no lleva sino más pronto que tarde al declive de la civilización aislada; sin un entendimiento intercivilizacional bajo otra etapa histórica de cada civilización, serán bastante improductivas las convivencias y más probables los aislamientos.
La paz no lograda en el mundo, y que tantos conflictos comporta como el que de especial relevancia es el actual en Ucrania, puede atribuirse en como mínimo buena parte a las mayores divergencias que similitudes entre marcos civilizacionales. Ni con una cierta homogeneización global que la tecnología de Internet conlleva se ha solventado esa situación de paz no lograda, por lo que el entendimiento entre civilizaciones no sólo de aspectos tecnológicos deberá derivar, sino de más profundos.
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