La esperanza en las mejores virtudes del ser humano no debe ser perdida por completo porque son cada una de tal esperanza depositada en respectivamente una distinta virtud lo que ante la adversidad contextual más extrema puede seguir dándonos empuje por mínimo que sea para creer en la configuración de una realidad mejor. De lo contrario, demasiado simple lo tendría encima quien impulse tan sumamente reprobables hechos como el de la guerra que en Ucrania ha montado Rusia.
Que en la circunstancia particular de este conflicto de línea de fractura sumemos muestras sociales de condena y rechazo a las medidas politicoeconómicas de sanciones y similares está deviniendo el modo específico por el que ahora estamos dando consistencia a cada una de esa esperanza a depositar en virtudes del ser humano que, esperemos que no a mucho tardar, destaquen decidida y mayoritariamente a lo largo y ancho de ese supuesto primer mundo que no tendría que haber provocado la calamidad hoy tan sufrida por Ucrania. Estará entonces la definitiva cicatrización de esta fractura civilizacional en condiciones de resultar una realidad bastante próxima.
Lo que a todas luces parece ser una clara traslación de lo que ha sido el proceder represivo interno en Rusia al ámbito de su acción internacional tiene que dejar de ser el perjudicial elemento de fractura que está siendo y revertirse hasta conllevar una regeneración a fondo de la degradada y tóxica política rusa. Es por el bien de la propia Rusia y del, no sólo primer mundo, sino mundo entero.
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