Las muestras de condena y rechazo que, desde todas las partes del mundo, incluso dentro de la propia Rusia, se hacen contra la guerra emprendida por Moscú hacen que la esperanza en las mejores virtudes del ser humano no deban perderse por completo. Uniendo esto a las sanciones económicas que a nivel internacional se suceden contra Putin, se da todavía mayor fuerza a tal esperanza.
No merece menos que estas esperanzadoras acciones el pueblo ucraniano ya que ha recaído sobre él una inmerecida guerra fruto de una grave fractura representativa del que no parecía ser un tan dividido primer mundo. Aunque no obstante se consiga, tal y como sería deseable, parar este aterrador conflicto bélico con tales acciones y cuanto antes, de no haber un claro y manifiesto cambio de parecer en el Kremlin en cuanto a sus intenciones respecto al armamento nuclear, poca tranquilidad podrá sin embargo volver a reinar en el contexto internacional.
Tengamos fe en que, pese a haber tenido que requerir unas dosis de dolor que no debieran haber tenido lugar nunca, las acciones que fuera y dentro de Rusia están contratacando al belicoso régimen moscovita surtan pleno efecto. Si además desde las más altas instancias políticas rusas se entra en razón y se abandona cualquier intencionalidad de recurrir a las armas atómicas, la fractura civilizacional podrá comenzar a cicatrizar.
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