Tras la Guerra Fría, el mundo quedaba a grandes rasgos dividido de una manera muy, tal vez demasiado, fácil. En el quizá mayor nivel contextual que se ha solido concebir para comprender la diferencia de unas zonas y otras del planeta, pasó a entenderse que había un primer mundo norplanetario y un tercer mundo surplanetario.
Importantes excepciones a esa simple división entre norte y sur planetarios resultan seguramente apreciables para cualquiera, pero lo cierto es que en cualquier caso parecía no haber duda de que Rusia, aun con sus diferencias con Occidente, se mantendría englobada en el primer mundo dentro del norte avanzando: de ahí que, si no se aplica la perspectiva civilizacional, devenga sobremanera difícil comprender por qué, con su invasión en Ucrania, ha optado Rusia por atacar en territorio que en teoría es de su mismo o casi mismo bagaje socioeconómico. Lo esperable, hubiese sido que, sin dudar que un contundente choque civilizacional amenazase en algún momento, tal peligro no se protagonizase en especial desde el primer mundo.
Una excepción que ya de manera muy diáfana podía apreciarse de antes en cuanto al norte planetario avanzado puede identificarse en el caso de Corea del Norte. La excepción de mayor claridad que respecto al sur subdesarrollado o emergente es posible señalar la forman Australia y Nueva Zelanda.
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