Diplomacia in extremis

Cuando el mundo civilizacional eclosiona, lo hace a su vez propiamente la era de la información. Si bien desde entonces hasta que ha acontecido la presente guerra con la que Rusia pretende invadir Ucrania ha predominado supuestamente, quizá incluso desde una perspectiva un tanto ingenua, un clima de paz en por lo menos el primer mundo, ahora este mismo conflicto pone de relieve la potencial dimensión del choque civilizacional y la importancia de lo informacional.

El ahondamiento de la fractura civilizacional que ha dado lugar a esta contienda puede llevar hasta un choque de civilizaciones que, especialmente si escala hasta el uso del armamento nuclear, puede causar una posible devastación global sin precedentes que nadie en su sano juicio impulsaría si es que servir al pueblo es lo que guía a cualquier clase dirigente de un pretendido país del primer mundo como Rusia. Pese a todo, hasta en el peor de los desenlaces, tarde o temprano es previsible que la era de la información siga probablemente su avance, esperemos que acompañando a un marco civilizacional nuevo alejado de la presente fractura.

Tener que salir, llegado el caso, de un planeta devastado por las peores consecuencias que pueda desencadenar esta guerra habrá significado que lamentablemente lo civilizacional fue apresado por la conducta más incivilizada del hombre. Otras épocas han estado, en efecto, marcadas por tal clase de conducta que ahora está repitiéndose, pero tendría que haber por parte de lo que ya no puede sino denominarse diplomacia in extremis una determinación diplomática en cuanto a que el entendimiento entre diferentes, y hasta opuestas, posturas puede todavía triunfar.

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